Fuente: AniMangaWeb.
En la edición francesa del número de Septiembre de la revista National Geographic puede llegar a sorprendernos la foto portada, pues esta nos muestra a dos japonesas cosplayadas, sobre la que podemos leer el siguiente título: Japon, sous l’influence des Mangas (Japón, bajo la influencia de los Mangas). A este respecto, nos encontramos con un extenso artículo que ocupa unas 20 páginas, con fotografías bastante gráficas y buenas explicaciones sobre el manga, la cultura japonesa, y el día a dia de un autor, para lo que no se duda en haber realizado cortas entrevistas a algunos de ellos. Debido a su interés, desde AniMangaWeb os traeremos la traducción de este artículo, titulado Planeta Manga, en varias entregas debido a su extensión.
Más que un simple cómic, el manga sigue el pulso de la sociedad japonesa e influencia la evolución de las mentalidades, investiga en el seno de un universo intrigante.
Se alimenta de misterios venidos de otros lugares. Su apetito por los descubrimientos y su sed por lo sobrenatural lo han conducido por varios senderos y rutas del mundo sin nunca satisfacerlo. Se le tacha de extraño. Se le tacha de curioso. Antes de nuestro encuentro en Tokyo, su entorno cree conveniente advertirme: el artista, una leyenda viva, varias veces premiado y adulado por generaciones, y también más allá de las fronteras japonesas, responde a veces algo distinto a lo que le has preguntado. ¿Se trata de un juego, o de una ausencia ligada a una edad más que honorable?
A sus 85 años, Shigeru Mizuki, autor de mangas de éxito como NonNonBâ y Kitaro, tiene un aspecto travieso, con la palabra justa en la punta de la lengua. En su estudio, el globo ocular con patas del padre de Kitaro, último descendiente de una tribu de muertos vivientes, se balancea entre las pinturas aborígenes australianas y las esculturas de los indios americanos. Al igual que los personajes pintorescos que le han dado la gloria, el autor se define como un monstruo, un fantasma, un enigma. “A fuerza de vivir tantos años, tengo la impresión de transformarme en un yokai” me dice con humor. “Una de esas criaturas sobrenaturales que vivían antaño a la sombra de las lámparas de aceite. Desde la invención de la electricidad, tienen tendencia a desaparecer.”
A través de sus series fantásticas, Mizuki ha contribuido a volver a darle a la mitología japonesa un lugar en el patrimonio cultural. Sus héroes fetiches se han infiltrado en el día a día de los hogares. Los vemos en paneles publicitarios que ensalzan los méritos de servicios o bienes de consumo, así como en el cine. De personalidad poco ordinaria, el autor tiene el perfil de un héroe literario. Se enroló en la armada en 1942, siendo enviado a la jungla de Nueva Guinea. Allí perderá su brazo izquierdo durante un bombardeo, será hecho prisionero, y entablará amistad con el pueblo Tolai. Es allí donde el artista, que había pasado su juventud alimentado por las creencias de una nodriza mística, sintió la presencia de los espíritus que le inspiraron una obra original alabada en el mundo entero.
Sakai Minato, su ciudad natal situada frente al Mar de Japón, ha sabido sacar provecho de su hijo pródigo. Allí, algunos incluso se refieren a él como “el salvador”. Tras su antigua reputación por los records de pesca de cangrejos, el puerto ha transformado una actividad en declive en una economía turística floreciente. Ahora, 120 estatuas de bronce que representan yokais bordean los 800 metros de su avenida principal, rebautizada como Ruta de Mizuki, y llevan al visitante a un museo dedicado al maestro. Estas atracciones atraen a cerca de un millón de turistas al año. Las autoridades locales han llegado incluso a convertir el universo animado de Mizuki en religión, elaborando una guía de sus espíritus y los poderes que se les atribuyen, como el don de la felicidad o del éxito.
Esta devoción por los personajes de manga no es rara en Japón. Se estima que el 50% de la población lee un manga al menos una vez por semana. El término, inventado en 1814 por Katsuhika Hokusai, maestro de la estampación, significa “dibujo libre” y se utiliza para designar los cómics japoneses modernos, iniciados en 1946 por Osamu Tezuka (1928-1989), prolífico autor apodado “el dios del manga”.
Según la definición de Jean-Marie Bouissou, director de investigaciones en Sciences-Po, “el manga es como una película en viñetas, con una banda sonora mínima que, generalmente, se mira más que se lee.” Prepublicado de forma serializada, en blanco y negro, sobre papel reciclado y en revistas a buen precio, se ha convertido en una forma de consumo común y se dirige a casi todos los rangos de edad, las categorías sociales y los géneros (shojo para las chicas, shonen para los chicos). Las expresiones de los personajes se exageran. Las emociones se expresan por los ojos abiertos como platos, el miedo por grandes gotas de sudor y el enfado por una boca gigantesca. Este grafismo seduce a los lectores, y más cuando evolucionan en una sociedad donde el esparcimiento es en ocasiones casi inadmisible.
Takuma Horibe, realizador de 32 años, compra sus mangas con regularidad. Su biblioteca cuenta con centenares de ejemplares. De hecho, ya no sabe donde guardarlos. Apila su ropa en cajas de cartón puestas en el suelo, para dejar sitio en las estanterias a su colección. “Cuando leo, a veces lloro” comenta el fan, que dice sentirse emocionado por la psicología de los personajes y el realismo de las escenas descritas. El solo hecho de hablar de ello basta para hacer emerger una emoción. “Algunas frases son utilizadas por los jóvenes a diario. El comportamiento de los héroes me ha enseñado una cierta filosofía de la vida, como que hay que tener el valor de denunciar las injusticias.” Los valores universales como el valor y la amistad son las recetas del éxito.
El manga es una tribuna libre. Un medio de las masas que trata temas de actualidad (violencia en la escuela, suicidios, envejecimiento de la población…), un tratado existencial, una guía gastronómica, un delirio pornográfico, un panfleto político. Una herramienta pedagógica, pues el Ministerio de Educación ha encargado la realización de un manga en el que se narre la historia de Japón, y algunos ministerios utilizan este medio para darse a conocer. Pero es sobre todo un producto que ha echado raíces en un contexto histórico y cultural específico. Según Jean-Marie Bouissou “El manga fue la primera forma de expresión original que renació en medio de las ruinas materiales y morales de un Japón devastado por la guerra. Tenia una misión evidente: dar un sentido al mundo tras el apocalipsis.”
1 comentario:
Me fascina el comentario que esta al final sobre el manga... Nunca me lo hubiese imaginado.
Publicar un comentario